Es fácil afirmar que a nadie le gusta tartamudear. De hecho, tan sólo, en este último año y medio que llevo de contactos e, incluso, amistad con numerosas personas disfluentes, he visto un solo afectado contento de su tartamudeo, toda una excepción en medio de un océano de rechazo más o menos notable hacia el trastorno. En resumen: la tartamudez no es bienvenida.
Yendo más allá, es interesante que nos formulemos una pregunta conveniente. Las personas con tartamudez, por el hecho de salir a la calle cada día, somos héroes?. En este sentido, pongo sobre la mesa esta cuestión debido a dos vivencias recientes que quisiera apuntar.
En febrero, en una conversación telefónica con Yolanda Sala, vicepresidenta de la Fundación Española de la Tartamudez, esta chica valenciana me dijo una frase que no he podido olvidar. Constató con rotundidad que “por salir a la calle cada día, todos nosotros somos héroes”. Unas palabras de una gran contundencia y que, probablemente, no sean erróneas en aquellas jornadas o períodos en que la disfluencia se hace mucho más presente. Y en relación con esto, os cuento la segunda vivencia.
Considerando, como he notificado en otras ocasiones, que todo lo que me vaya pasando tiene consecuencias en un mejor o peor estado de mi disfluencia, puedo decir bien alto que estos últimos meses, por culpa de un doble trasiego inesperado pero relacionado y que me ha afectado muchísimo, el habla ha estado bajo mínimos. Y en este contexto de tartamudeo severo que parece quedar atrás, es obvio que he tenido que seguir haciendo mi vida y todas las actividades diversas asociadas.