Soy un admirador del programa “La Rambla”, de Barcelona Televisión, que, a esa hora de la tarde y como buen aficionado al fútbol, alterno con el “Efectivament”, de Esport 3. Pues bien, el martes, en el magnífico programa de BTV, uno de los invitados era el abogado Josep Vives. ¿Y qué pretendo resaltar? Josep Vives es, en mi criterio, el tertuliano televisivo y radiofónico que, de todos los que sigo, se expresa de una manera más fluida. Es cierto: su hablar es, de verdad, majestuoso, y escucharlo es un placer absoluto.
Mucho antes de descubrir a Josep Vives, empecé a saborear los discursos excelsos de un político catalán, Josep Antoni Duran Lleida. Así, durante la campaña electoral al Parlamento de Cataluña del otoño de 2003, asistí a un mitin, en Badalona, mi ciudad, que el líder de Unió hacía junto a Jordi Pujol. Aquel discurso ante los miles de personas que estábamos en el polideportivo realmente me cautivó. Y no lo he olvidado. Duran habló, tal vez, como nunca había escuchado hablar nadie. Su oratoria fue, como mínimo, sensacional, sino perfecta.
Pasamos, ahora, a una tercera persona que, hablando, me deja embelesado. Es el eminente climatólogo Javier Martín-Vide, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona y que fue profesor mío en el primer curso de doctorado, en 2004. Si bien, en clase, sus frases no pasaban de espléndidas, ya que los alumnos que decidimos hacer el doctorado después de licenciarnos éramos pocos, es verdad que cuando sale en la televisión, lo que hace ocasionalmente y siempre para tocar temas relacionados con el cambio climático, que es una de las sus máximas especialidades, su oratoria me deja clavado en la silla. Sus discursos ante las cámaras, me impresionan. Lo que explica el profesor Martín-Vide es oro, por lo que dice y por cómo lo dice.
Ya lo veis: no importa el orden, pero sea el prestigioso climatólogo, como el político nacionalista o el tertuliano habitual, estas tres personas son, probablemente, las tres que más me fascinan cuando hablan. Y cuidado: ¡no las envidio en absoluto! Al contrario, cada vez tengo que sacarme el sombrero y aplaudir con todas mis fuerzas.